El barrio de la Judería, callejas y patios blancos salpicados de maceteros azules y flores rojas, un templo legado de la arquitectura romana y la mezquita más hermosa y espectacular donde las haya, eso es el centro histórico de Córdoba, un lugar capaz de convivir con el cristianismo, judaísmo e islam y declarado Patrimonio de la Humanidad.
Intentando evitar las tediosas colas que se forman en estos sitios y mucho más si hablamos de Viernes Santo, madrugamos un poquito para ir a ver la espectacular Mezquita-Catedral de Córdoba. Este edificio es la clara representación de la presencia musulmana en España y del poder que ejerció hasta la reconquista cristiana, que convirtió la mezquita en catedral y la reformó totalmente para que tuviera forma de cruz. Durante un gran tiempo, la Mezquita de Córdoba fue la segunda más grande del mundo, hoy en día la tercera, tras la construcción de la Mezquita Azul de Estambul.
Ya durante la época musulmana, el edificio tuvo varias ampliaciones, lo que hizo que hoy en día se vean zonas muy diferenciadas. Por una parte está el Alminar y el patio de los Naranjos, según entras se ven los espectaculares arcos monocromáticos de las Naves de Almanzor, si continuas se llega a la Capilla Mayor y el coro y terminando el recorrido, la ampliación que hizo Alhaken, lo mejor es ir guiándote con el mapa que recibes al pagar la entrada, cuyo precio fue de 8€. Ya en su momento este edificio nos puso los pelos de punta, y tras haber viajado a Estambul, la ciudad de las Mil Mezquitas, nos sigue poniendo los pelos de punta.
Tras la visita a la Mezquita, decidimos acercarnos al barrio de la Judería, del que ya habíamos visto algo el día anterior. Paseamos por sus callejuelas y lo primero que nos encontramos es la Sinagoga de Córdoba, un espacio minúsculo donde apenas entramos unos cuantos curiosos pero que desprende un aire especial, los azulejos, los arcos, la luz tenue…merece la pena acercarse. Es la única sinagoga de Andalucía que se conserva tras la expulsión de los judíos y una de las tres únicas sinagogas que hay en todo España.
Tras la sinagoga seguimos caminando y nos encontramos con el Zoco, un patio interior de dos alturas cuyas paredes están alegremente cubiertas por maceteros azules de flores. Sus talleres se fundaron en 1960, así lo indica la placa en la entrada, y en ellos se venden productos artesanos típicos de Córdoba.
El último elemento que vimos de la Judería fue la Estatua de Maimónides, con un gran significado pues representa la convivencia y tolerancia entre religiones. Maimónides fue un médico judío que nació en Córdoba y tuvo mucha influencia durante la Edad Media. Muchos eran los que se acercaban a tocar la estatua, supuestamente transmite paz y sabiduría…
Desde el barrio de la Judería decidimos subir hasta el Cristo de los Faroles para ir después bajando hacia el río Guadalquivir visitando el resto de puntos que nos quedaban. Esta plaza es pequeña pero ha conseguido estar en las listas de qué ver gracias a su Cristo y los cuatro faroles que lo rodean.
El siguiente destino en mapa fue la plaza de las Tendillas, totalmente el centro comercial de Córdoba del que parten las grandes calles. En el centro de la plaza destaca la estatua ecuestre del Gran Capitán.
Tras la plaza, nos acercamos al Templo Romano, una gran muestra arqueológica del legado romano. Es muy curioso ver cómo el Ayuntamiento de Córdoba está incrustado en parte de los restos del templo intentando dar uniformidad al conjunto. El templo es visitable, aunque cuando nosotros pasamos por allí, no estaba abierto. Puedes informarte en su web.
Seguimos bajando y callejeando y nos encontramos con la Plaza de la Corredera, en esos momentos no muy transitada por la hora y el calor pero de normal la gente llena sus cafés y terrazas. Antiguamente fue la plaza de toros e incluso mucho tiempo antes se cree que fue el Circo Romano. Su aspecto nos recordó a las plazas de las ciudades castellanas, por la forma rectangular y porticada, los edificios con balcones y los arcos.
El hambre ya daba guerra en nuestros estómagos pero tan solo nos quedaban un par de cosas por ver antes de comer así que hicimos el último esfuerzo: los famosos patios y callejas de Córdoba. Una de ellas es la Calleja de las Flores, una de las más tradicionales, con paredes blancas, maceteros de techo a suelo y balcones enrejados. Desde la plazoleta en la que desemboca se puede ver además la torre de la Catedral.
La otra fue la Calle Cabezas, un poco escondida, estrecha y enladrillada, pero famosa por lo que cuenta la leyenda, que durante un banquete presentaron las siete cabezas de los infantes de Lara a su padre.
Y por fin llegamos a destino: el restaurante elegido para nuestra segunda comida en Córdoba. Recomendado por muchos, reservamos mesa por la mañana, y no defraudó (os lo enseñaremos en la sección de gastronomía). Este fue uno de los patios cordobeses que casualmente nos encontramos de camino al restaurante, ¡qué auténtico!
Con el estómago ya lleno, pero habiendo reposado tras la intensa mañana cordobesa, nos acercamos a despedir esta magnífica ciudad desde el Puente de Miraflores. La vista es preciosa, el tranquilo Gualdalquivir, el Puente Romano, la Torre de Calahorra y el ambiente, que en esos momentos no podía ser más tranquilo, el calor era de justicia y apenas pasó un solitario cofrade que aun nos preguntamos cómo podía aguantar con tales ropajes…
Esperamos que este post sea de gran ayuda para futuros viajeros. Si tienes cualquier duda u opinión, no dudes en escribirnos un comentario o correo, y recuerda que puedes seguirnos la pista a través de Facebook aquí, o el resto de RRSS que aparecen en los banners. ¡Gracias por leer y hasta la próxima!
Photos by Wander on World