Y llegó el sábado noche en Nueva York. Podíamos hacer mil planes (casi como cualquier otro día ¡en la ciudad que nunca duerme!) pero al día siguiente teníamos muchas cosas que ver y salir de fiesta implicaba perder la mañana así que buscamos un plan algo más light con nuestros amigos neoyorquinos: ver Nueva York desde las alturas, cenar en un restaurante japonés, tomar un cóctel en Hell’s Kitchen y pasear por Times Square de vuelta a casa.
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Comenzamos la tercera mañana con una maratón por Lower Manhattan, esta vez le tocaba el turno a auténticos barrios neoyorquinos como Civic Center, Chinatown, Litle Italy, Soho o West Village.
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Si el primer día en la Gran Manzana había transcurrido en Lower Manhattan, el segundo día cambiamos de registro y subimos a Midtown, queríamos visitar varios lugares como Grand Central o Rockefeller Plaza, y qué mejor que hacerlo andando para mezclarse entre neoyorquinos y turistas por avenidas emblemáticas como la 5ª o Madison.
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Un rincón de Nueva York que para nosotros ya forma parte de los ‘imprescindibles’. Pasear por la zona portuaria de South Street es como trasladarse a otra ciudad, a apenas unos pasos del bullicio y ajetreo de Wall Street se encuentra la paz y tranquilidad del East River y sus puentes colgantes, entre los que otorgamos el protagonismo al Puente de Brooklyn, como no podía ser de otra manera…
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Comenzamos nuestra aventura neoyorkina con Lower Manhattan, donde se encuentran los sectores de Battery Park y el Distrito Financiero, entre otros. Si quieres unas buenas vistas de los rascacielos del sur de la Gran Manzana y disfrutar al mismo tiempo de la Estatua de la Libertad y los puentes colgantes sobre East River, el ferry que conecta Staten Island y Manhattan es tu opción.
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